Ella dejo de buscar en su amor
las pasiones conflictivas y perversas
que fallecieron al ver nacer el dolor
que este ser desterrado ya no desea...
Se ofreció al delirio de todos sus besos,
a su cansada nostalgia, con ojos ya muertos.
No se mentía entregado al desprecio
al quebrando ensalzado en su maldad,
que no se adora ya en los recuerdos amados
acariciando en ella todas las arrogancias
que ese inquieto, mal humorado y necio
sentimiento de arder en las penurias del deseo
desataron en el abismo de todas sus tristezas
preguntándose: ¿dónde están ahora sus bellezas?
Pudo entregarse a la perdición del acto
mientras los cuervos devoran sobre su cuerpo
los gusanos alimentados por ese suplicio
del cual no queda nada, ni ganas de llorar,
ni miradas de alegría bajo el solsticio
de un invierno ficticio, donde el silencio
era el autor insoportable de las penas
de seguir muriendo, de seguir viviendo,
cada angustia deseada por la melancolía
con apatía temeraria a cada recuerdo incierto
condenado a lo que ya no siento,
por creer que la felicidad no era solo una idea
de una expresión placentera
que solo duraba un segundo
condenandose a su olvido, para que muera,
tan solo eso, es lo que ya no quisiera.
¿Dónde mueren los amores siniestros?
cansados de actuar con la verdad como forma de engaño
con principios manipulados por extraños,
de un confuso herir por todo lo que en si quiso
y de amar todo lo que en si no le fue permitido.
Uso cada letra para una acción indeterminada
tal vez tome de usted un poco de aliento del que perdí
y le pregunte a mi sangre; ¿por qué esta perdida?
entre huir de ti o dejar ser amada por ti,
por cada seducción a la que ahora le temo,
por mi debilidad hacia la sensualidad,
hacia el corazón que ya no entiende de aromas
de memorias, de rostros, cuerpos o personas.
Perder la fe en el amor es no tener,
es no querer entregarse a la debilidad
y pensar que las pasiones solo son siniestras,
formas de elogios hacia el ego del querer,
hacia el amar para no tener,
hacia el ansiar para a volver a perder,
por que en la sucesión constante de mi delirio
amar fue algo importante, ahora mi castigo,
y si mis palabras no le mienten a mi silencio
me confieso a mi mismo de tu ser sediento,
por no querer justificar lo que fui
un amante de lo que por ti escribí
un amor siniestro sin pasiones por las que vivir.
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